En la playlist de Brahms no cabía la música del futuro. En 1860 escribió un manifiesto en contra del húngaro Franz Liszt y de sus seguidores, algo que no sentó bien a un Wagner que se dio por aludido. No obstante, Brahms confesó a su fiel amigo Joachim que su compatriota no era el blanco de sus acusaciones, y que incluso se definía como wagneriano. En 1862, Brahms había visto en persona a Wagner dirigir su propia música en un concierto en honor de la emperatriz Isabel. Dos años después, Richard invitó a Johannes a una villa a las afueras de Viena, donde el hamburgués tocó obras de Bach y propia, recibiendo por ello la felicitación de Wagner. Sería la única vez que se verían en persona. A partir de ese momento, sus posturas musicales fueron alejándose hasta erigirse como los cabecillas de dos formas contrapuestas de entender la música alemana en la segunda mitad del siglo XIX. Sus nombres volverían a pronunciarse juntos en la voz de Luis II de Baviera, ya que en 1873 entregó, equidistante, el premio Maximiliano de Baviera de las Artes ex aqueo a Richard Wagner y Johannes Brahms.
Este es el boletín número 296 de la Guía del Festival de Bayreuth enviado el 30 de septiembre de 2022. Si no quieres perderte ninguno, no lo dudes y suscríbete ya.