En 1951, a sus 43 años, Herbert von Karajan era consciente de cómo su talento era la mejor forma de conseguir sus deseos, más allá incluso de los aspectos musicales. Wolfgang Wagner sufrió en primera persona sus antojos cuando requirió su batuta en 1951, junto a la de Hans Knappertsbusch, para reinaugurar el Festival. Así, uno de los antojos de Das Wunder Karajan fue disponer de un baño en exclusiva, para no tener que compartirlo con el resto del equipo artístico. Wagner accedió a regañadientes y para ello cambiaron la cerradura de uno de los aseos, dando su única llave al director. A Knappertsbusch no le hizo mucha gracia la decisión y, al ver la cartela con el nombre de Karajan en la puerta, ironizó ante sus colaboradores: “Ese es el reservado de Karajan, y aquellos… el de los demás desgraciados”.
Este es el boletín número 183 de la Guía del Festival de Bayreuth enviado el 17 de julio de 2020. Si no quieres perderte ninguno, no lo dudes y suscríbete ya.